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Aunque hasta ahora no lo haya mencionado en mi blog, Frank Gehry, es uno mis arquitectos contemporáneos favoritos. Quizá, en principio, no tiene mucho que ver con mi forma de entender la arquitectura y el interiorismo, caracterizada, creo, y según lo que habéis podido ir viendo, por predominancia de espacios ortogonales y líneas rectas.  Lo que más me atrae de sus trabajos, es la maestría con la que trabaja los espacios sinuosos y las líneas curvas,  que por cierto,  me parecen mucho más complicados de resolver  a nivel de interiores.

 El primer día que visité, hace un montón de años, el Gughenheim de Bilbao, me quedé impresionada cuando accedí al vestíbulo principal, porque después de haber dado una vuelta por fuera y admirar el derroche de genialidad del exterior, estaba convencida de que por dentro me iba a decepcionar. Me equivoqué, y hablo sólo de mi sensación, cuando entré en el vestíbulo principal, fue  como entrar en una catedral gótica moderna,   por la forma de superponer las formas y volúmenes curvos, la monumentalidad del espacio, y sobre todo, el efecto de la luz natural en el interior.

Todo esto ha venido a cuento de un reportaje que leí el otro día del Museo de Arte de Ontario,  que por supuesto ha hecho Gehry, pero que os mostraré otro día.

Interior Museo Guggenheim
Interior Museo Guggenheim
Escalera Museo Guggenheim
Escalera Museo Guggenheim

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