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Siempre me ha llamado la atención la sutil frontera que existe entre la inspiración y la imitación. Las grandes figuras de la arquitectura y del interiorismo crean escuela. A partir de ellos, surgen corrientes de profesionales que inspirándose en su trabajo y sus concepciones particulares son capaces de crear cosas nuevas. ¿Es eso cierto? No cabe duda de que corrientes como el racionalismo o el  minimalismo, poniendo  como  ejemplo a  Frank Lloyd Wright o a Mies Van der Rohe, hace que surjan arquitectos posteriores que tomándolos como ejemplo, como desencadenante o como  punto de  partida, crean espacios, por lo menos igual de interesantes. Moneo, de la Hoz, Nivelle… O incluso mas interesantes, porque evolucionan y nos dan, todavía, cosas diferentes, únicas y especiales. Superan al maestro.

Por el contrario, creo que hay otro tipo de genios,  que simplemente  son únicos,  y cualquier intento de inspirarse en ellos es vano, porque no surgen más que imitaciones. Es prácticamente imposible dar una vuelta de tuerca más, o quizá, aún no ha nacido el que pueda lograrlo.

Toda esta parrafada viene porque, revisando antiguas revistas, me encontré con un proyecto del arquitecto mejicano Javier Senoisiain, el cual, según él, está inspirado en la concha del Nautilus, un cefalópodo que habita las aguas de Méjico. Desde el primer golpe de vista no se me pudo quitar de la cabeza un nombre: Gaudí. Me hizo gracia, porque en un momento del artículo comentan su similitud en el manejo de las formas, lo que me hizo pensar que nadie, excepto Gaudí, puede manejar las formas como el mismo Gaudí lo hizo.  De aquí la reflexión de que algunos, efectivamente crean escuela, y hay que asumir que otros, simplemente son irrepetibles, y a lo único que podemos llegar, es simplemente a copiarlos.

Casa Nautilus de Javier Senosiain
Casa Nautilus de Javier Senosiain

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